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IMPROVISADO AMAR de 32 minutos de Federico Carlos Volio


Martes 18 de diciembre de 2018, Santiago de Chile.
 



La simultaneidad contradictoria entre
la atracción química de los cuerpos visuales,
la ilusión,
el pulso pasional momentáneo
y el amor sublime de unos desconocidos
“enamorados” fugaces.

Es un poema experimental de “escritura rápida”
de 32 minutos, con 32 poemas; donde cada poema
corresponde a un minuto.

 


Federico Carlos Volio De Céspedes Toledo




IMPROVISADO AMAR

Creación del autor intelectual:

FEDERICO CARLOS VOLIO TOLEDO

@FedericoVolio






Primer minuto.
Galaxias chocan con nuestros corazones
los planetas de amor las lunas de ternura
giran en una constelación del amar ahora
giramos, revolcamos, besos y caricias
son nuestros corazones una galaxia azul
y los celestes y los fucsias son vestidos
en los bailes de tus latidos y mis ritmos.
Galaxias remueven nuestros espacios
chocamos reventamos fusión de amarnos
mantos de roces de caricias nuestras pieles.

Segundo minuto.

El silencio, de quién es en la mirada
si me suplicas una palabra desafiante,
miro atrás y adelante de tu sombra
te alcanzo a tu paso voy en tu cintura
tomé tu pulso en mi muñeca y tu arete
en mis oídos escuchan tus rojos besos
tu lápiz labial escribe en nuestros labios:
Mi amor viene por ti y te voy a besar.

Tercer minuto.

Actuaste así tan infiel que pensaría
que me he apoderado de tu cuerpo,
abandonaste el fervor de tu rezo por mí
un día de sol lo convertiste en lluvia gris
me dejaste solo, abandonado, desolado.
Reías viendo como te amaba y nada oías
mis palabras te adoraban, nunca rogarían
a la mínima duda no te pensarían otra vez.
Reías viendo como me amabas, nada oirías.

Cuar
to minuto.
Al frente vienes y me desilusionas.
Vas y me ilusionas; otra vez obsesión
y mi mirada te la traspasa ruda.

Quinto minuto.

Alucinados miras la forma de imaginar
y nos buscamos iluminados en las nubes
triángulos voladores a variantes estrellas,
y al día destinado en círculos invisibles
sueltas tus miradas. Y sabes desde donde
lanzas tus besos soplados a mi ensueño.
Levantas en mi pecho tu majestuosa magia
y no puedes escapar atrapada a tu cintura.

Sexto minuto.

Descubres mi pensamiento por ti en tu desnudo
cuerpo palpitante a mi tentación que te devora
al olor de tu deseo irresistible entre mi presión.
A tus indecisiones divididas y ahogada de temores
y con menos aire mientras más acercas tu boca.
Atraes mi aliento para devorarte del placer dulce.
Te vistes en sensación sabrosa para mi banquete
cenaré contigo tus deseos, en un brindis te beberé
y dirás que soy tuyo porque estás en mis entrañas.
No viviré para extrañarte, te llevaré en mi apetito
dentro de mi egoísmo te poseeré y no te liberaré
jamás quedarás libre de mi amar, de mis besos.
Corres desnuda y tu pudor detrás tuyo te deja ir
y se da por vencido cuando me ve frente a tus ojos
enloquecida e insensata, en mi posesión vencida.
Con la orden de tu corazón fuerte-mente te agarro.

Séptimo minuto.

Somos espirales de sentimientos en los ciclos
de emociones. La intensidad, el ardor de la pasión
y el corazón destellante de puro fuego sin apagarse.
Nos iluminábamos en las olas de nuestros contactos
y subíamos, bajábamos, en la marea de la atracción
lunáticos y soleados de ilusiones. Aromáticas flores
en las pieles de estrellas del amanecer y anochecer.
Luceros de nuestra fantasía somos. El silencio decía,
nos hablaba y persistente, esa serena belleza callada.
Erótica siseaba labios pintados, cual beso de silencio.

Octavo minuto.

Doblaba la esquina, las hojas de mi libro, la luna, el sol
veía doble, paralelo, simétrico a los bordes de los vacíos
lastimado de tu desamor fingido. Sentimiento ficcionado,
me lastimaba mi afición tan real y cruel a ficción soñada.
Me gritabas colada en mis oídos para poder oírme siempre
y no dejarme arrancar con tu boca sabrosa en tu silencio.

Noveno minuto.

Te gustaba mi mirada lejana y tan cercana
para re-cogerte como una muñeca flexible
que acomodaba a las posiciones que quisiera
y con los cabellos caprichosos de mis anhelos,
que solo por verte cobraban mi vida tus ojos.
Llorabas con mi desolación, tan distante tristeza
inextinguible raro fuego que quemaba.
Y ardías a contornos de tu cuerpo,
que tus caricias inflamabas de desdicha
descorazonada en duelos intocables.

Décimo minuto.

Te miraba y no me escuchabas con tus ojos
quería sintonizarlos con mis labios abiertos
quería que nos diéramos un mismo beso
a ese mismo instante igualmente incluido.
Mordiéndonos a las bocas labios ansiosos
a palabras de besos tragados del dulce amar.

Décimo primer minuto.

Me levanté con la sensación de que me despertabas
en tu sueño de la noche lejana, de mi día trasnochado.
Y hasta pensé que, me merodeabas como un fantasma
que me destapaba mis pies para detrás de ti caminar.
Era mi sueño que buscaba reflejarse en tu luna
mareada con la mirada fija de solo decepción.

Décimo segundo minuto.

Sin abrir mi regalo para ti cerraste mi corazón
puedes irte y decirme que no viniste a verme
puedes venir y asegurarme que no te habías ido
y engañarme con tu desesperada presencia,
fingir tu ausencia a que aquí no te viera.
Tan lista alguna vez de tu soberbia te ríes
atravesada para que te diera mi mirada
y regresas llevándome a tu indecisión.

Décimo tercer minuto.

Pensarás que creo en tu rezo por tu beldad celeste
sonriente en la fe de tus cristalinos ojos azulados
pero tu frente se levantó y te apagó en mi fulgor
la sombra de tu silueta me aplastó las esperanzas
e interrumpí el baile con las ganas de tu vanidad.

Décimo cuarto minuto.

Te improvisé al minuto
que te vi tan de mi corazón
y ya llevo treinta minutos
acompañado de tu ilusión
y eso es mucho sin tocarte
y tan enamorado sin besarte.
Tal vez al segundo de pestañearte
mi mente alucina en cada mirada
al fondo, a los lados o arriba y abajo
viéndote asomar brillante del amar.

Décimo quinto minuto.

Ingenuo yo de ilusionarme de ti
con tus miradas escondidas
y tu boca negada. Tu corazón
se encontraba muy lastimado.
Y grave yo, lo enfermé.

Décimo sexto minuto.

¿Cuántas sonrisas perdería sin verte?
El tiempo te alejó para siempre
a no verte nunca más. Y sonrío
porque allí me vienes a visitar.


 



Décimo séptimo minuto.
Estoy invadido por tu dolor y destronada la reina
me he quedado sin fantástica. Y tu invierno arrasó
con mi calor y de los colores, hasta de las lluvias
congeladas del arco iris. Las nubes alcanzaron
mis alturas deprimidas de tinieblas. No hay senderos;
Acaso pueda verte con tanta niebla gris. Los senderos
al amor de tu reino se fueron. He quedado sin reina.

Décimo octavo minuto.
Insistías e ignorabas mi pacto de amor
ignorabas e insistías mi pasión de amor,
exigías que te amará y que te olvidará
para ti era bipolar odiar enamorarme.

Décimo noveno minuto.

Te acostumbraste a jugar con la posibilidad
que fuera probabilidad certera de tu capricho
me echabas de tus horas y luego me llamabas
sabías de mi alternativa de amarte solo contigo.
Fuera del tiempo clamabas por los minutos.

Vigésimo minuto.

Sonreías y llorabas, la emoción irresistible
la pasión incontrolable, paciente melancolía
y al momento saltabas de tus alturas al vacío.
Sin mí, no encontrarías absolutamente nada.
Por tus desesperados ojos me asomaba de risa.

Vigésimo primer minuto.

Es más claro en como lo niegas, no lo digas
mientras lo intentas y escondas, estoy en ti
gozo verte consumida en la contradicción.
Me quedo tal vez en la decepción de tu amar
y en el desconsuelo que de seguro te devora.
Tras otra noche, simplemente me buscarás.

Vigésimo segundo minuto.

Delicada cristalina ruda transparente y fea
te ves desanimada en tu espejo y te peinas,
soplan tus mejillas el cabello, tus ojos piensan
y miran y miran y miran, lentas nubes flotan
tan blancas, tan grises, y camino hacia ti.

Vigésimo tercer minuto.

Enamorarse y amar, querer y desear y verte
distintas vibraciones tan intensas y distantes
ilusionar, soñarte, alucinarte o imaginar verte
como si nunca hubieras estado aquí ni allá
extendidos a lo largo y entre las estrellas
cual abrazo de la estela de nuestra fusión.

Vigésimo cuarto minuto.

Hablaba con tu lengua azul y tus azules pestañas,
volabas en el cielo que me transformaba celeste,
y desaparecieron contigo mi boca y mis ojos.
El universo resplandecía en mí como un sol.

Vigésimo quinto minuto.

Nunca entendí tu disputa por mi corazón
menos te lo podías colocar de sombrero
porque tu hermosa cabeza era mi corazón.

Vigésimo sexto minuto.

Sirena, atravieso el mar por ti
y floto en lo profundo del ritmo
oleajes de tu cántico, estelas
de tus ondas en las burbujas
de tus aires, Sinuosos libres
marinos calipsos inalcanzables.
Sirena, sin ti nado en el amor
abandonado entre tus corrientes.

Vigésimo séptimo minuto.

Graciosa gracia de la gracia
la sonrisa esférica de tu ojo
nunca redonda ni cuadrada
con los extremos hacia; a mí
para abrazarme con tu iris.
Soy el sol que bien alimenta
tu brillo de mujer increíble.

Vigésimo octavo minuto.

Nebulosas penetradas de insinuaciones
y entrecruzadas del universo aspiramos.
Sus silencios bulliciosos nos recogen
energías de las figuras imaginativas
de nuestra voz, a formar otro mundo.
Capturamos hipnóticos sueños vivos
y de verdad nos queman al girarlos.
Al golpe de un acordeón de besos.
Galaxias somos nosotros diagonales
perpendiculares y circulares somos,
vamos acelerando soplos contagiados.
Tu voz y la mía aquí crecen al doble
los lados rompen sin límites, extienden
no sabemos hasta donde llegaremos así
no tenemos final y jamás nos iremos,
tanto ardor por quemarnos de aguas.

Vigésimo noveno minuto.

Muevo al tormento de la timidez
abres una tormenta en mi cabeza.
En una rama que vuela en el huracán
se abren tus capullos con su fruto
me pegas fuerte mojada de lagrimas
y te sujeto para no dejarte ir de ilusión.
Mi cuerpo eres tú, el encanto nos toca
sensoriales solitarios vamos de la mano
al paso lento, rápido, detenido, somos
así caminamos y volamos, somos astros.
Vuelan corazones estrellados de ternura
ojos de soles y mejillas de lunas, a rayos
todo revienta al furor dilatados del amar
a ojos abiertos de absurdas decepciones.

Trigésimo minuto.

Mi amor vence a tu distracción y lo lamentas,
la actuación se termina y ahora sin aplausos
bajas del escenario y yo ya del ayer me fui.
Me buscas y hallas, ya me desaparecí; voy
y te das cuenta que tu cuento eres tú y vas.
Ni tus joyas de vanidad son el dilema egoísta,
feroz soberbia que nos divide las existencias,
emotivos coyunturales y sentimentales odiosos
tan complejos y subordinados, uno del y al otro
acallados al final del decirnos un imposible adiós.

Trigésimo primer minuto.

Esa deliciosa ilusión que nos cobija iridiscentes
pregunta a mi consciencia tu respuesta culpable
y enfrentados de caprichos, la tristeza ni nos da.
Encolerizado beso quiere a tu impaciente rabia,
fingimos y que más da, queremos bebernos sed.

Trigésimo segundo minuto.

Oculta en mis noches me impedías amanecer
viendo tu sonrisa, ni a la sombra de tu risa
al grito de guerra me desarmabas con un beso.
Para recordarme con tus pechos, la terquedad
con que aparecerías a negármelos elevados
llena de besos con adornados bordes infelices.








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creador © Federico Carlos Volio
y citando el título del poema y este blog como fuente.